El curso de Doctrina Cristiana explica las creencias de la fe cristiana en cuanto a las Sagradas Escrituras, la Creación del Universo y la Humanidad, el Pecado, el Espíritu Santo, entre otras, de forma detallada.
Sean todos bienvenidos a mi blog, soy Enrique A. Jaén Solís, y voy a ser su profesor de Pneumatología, espero que este blog les sirva para tener una interacción más dinámica con la materia y conmigo, y podamos explorar esta Doctrina tan importante y tan poco conocida. Podrán contactarme a mi correo electrónico ejaensolis@yahoo.es, mi número de celular 69480481 o escribir al chat de la plataforma cualquier duda para que así todos los participantes se puedan retroalimentar de las respuestas.
Empecemos desde el inicio, viendo el concepto y generalidades de la Pneumatología. Cuando escuchamos la palabra Penumatología, nos preguntamos ¿eso qué es?
La palabra Pneuma proviene del griego pneuma que significa "espíritu", soplo, hálito, viento; y que metafóricamente describe un ser inmaterial o influencia, y logia que significa tratado, discurso, estudio. El neuma se puede entender desde diversas perspectivas:
Como naturaleza: origen de todo lo vivo y de todo movimiento;
Como poder creador y conformador: da ser e inteligibilidad a las cosas naturales;
Como providencia y al mismo tiempo como ley universal: legisla la totalidad de los acontecimientos del mundo y dirige a las cosas hacia su propia perfección;
Como inevitable destino: el nacimiento, duración, muerte y modos de ser y comportarse de las cosas está trazado de antemano por el pneuma.
Entonces tenemos que la Pneumatología se le llama a la Doctrina del Espíritu Santo.
Los invito a ver este video donde se hace una reflexión de quién es el Espíritu Santo, sus diferentes símbolos y su puesto dentro de la Santísima Trinidad. Nos ayudará a introducirnos dentro de esta Doctrina, ya que nos da un pantallazo de la misma.
1. El Espíritu Santo en las Escrituras
La encomienda recibida por la Iglesia del siglo veinte consiste en predicar todo el evangelio. Lo que se necesita no es un evangelio diferente, sino la totalidad del evangelio, tal como aparece escrito en el Nuevo Testamento. Insistimos en esto, porque se ha descuidado la figura del Espíritu Santo a lo largo de los siglos, y a nosotros nos ha tocado la tarea de comprender de nuevo su persona y su obra, tal como están reveladas en la Biblia y son experimentadas en la vida de la Iglesia hoy. El mensaje del evangelio completo proclama la centralidad de la obra del Espíritu Santo, como el agente activo de la Trinidad en la autorrevelación de Dios a su creación. El mensaje del evangelio completo dice que Dios continúa hablando y obrando hoy, tal como lo hizo en los tiempos del Antiguo Testamento y del Nuevo.
1.1 Los Títulos del Espíritu Santo
Los nombres y títulos del Espíritu Santo nos revelan mucho acerca de quién es Él. Aunque el nombre de “Espíritu Santo” no aparece en el Antiguo Testamento, se usan una serie de títulos equivalentes. El problema teológico de la personalidad del Espíritu Santo gira alrededor del tema de la revelación y comprensión progresivas, así como la forma en que el lector comprenda la naturaleza de la Biblia. El Espíritu Santo, como miembro de la Trinidad, de la forma en que lo revela el Nuevo Testamento, no está revelado en la Biblia hebrea. Sin embargo, el hecho que la doctrina sobre el Espíritu Santo no esté plenamente revelada en la Biblia hebrea no cambia la realidad de su existencia y obra en los tiempos del Antiguo Testamento.
El título más frecuente en el Antiguo Testamento es “el Espíritu de Yahwé” (heb. ruáj YHWH [Yahwé]), o como se suele encontrar en numerosas traducciones antiguas: “el Espíritu del Señor”. A la luz del ataque contra la presencia del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento, quizá deberíamos utilizar el nombre personal de Dios, “Yahwé”, en lugar del título “Señor” (con el que lo sustituyeron los judíos después de los tiempos del Antiguo Testamento). Lo importante es que uno de los significados de Yahwé es “Aquél que crea, o trae a la existencia”. Todo uso del nombre Yahwé es una afirmación sobre la creación. La expresión “Señor de los ejércitos” está mejor traducida como “Aquél que crea los ejércitos”. Esto se refiere a los ejércitos de los cielos (tanto estrellas como ángeles, dependiendo del contexto) y a los ejércitos del pueblo de Dios. El Espíritu de Yahwé estuvo activo en la creación, tal como lo revela Génesis 1:2, refiriéndose al “Espíritu de Dios” (heb. ruáj ‘elohim).
Encontramos un rico conjunto de títulos del Espíritu Santo en Juan 14 – 16. En el 14:16, Jesús dice que enviará otro Consolador, Ayudador o Consejero. La obra del Espíritu Santo como Consejero incluye su papel como el Espíritu de verdad que habita en nosotros (Juan 14:16; 15:26), como maestro de todas las cosas, como el que nos recuerda todo lo que Cristo ha dicho (14:26), como el que dará testimonio de Cristo (15:26), y como el que convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio (16:8). En las Epístolas encontramos varios títulos del Espíritu Santo: “Espíritu de santidad” (Romanos 1:4); “Espíritu de vida” (Romanos 8:2); “Espíritu de adopción” (Romanos 8:15); “Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13; traducido también como el “Espíritu Santo prometido”); “Espíritu eterno” (Hebreos 9:14); “Espíritu de gracia” (Hebreos 10:29); y “Espíritu de la gloria” (1 Pedro 4:14).
1.2 Los Símbolos del Espíritu Santo
Los símbolos nos dan imágenes concretas de cosas que son abstractas, como la Tercera Persona de la Trinidad. Los símbolos del Espíritu Santo también son arquetipos. En la literatura, un arquetipo es un carácter, tipo, tema o símbolo que aparece una y otra vez y que se puede encontrar en muchas culturas y momentos.
El viento.
La palabra hebrea ruáj tiene una notable amplitud semántica. Puede significar “aliento”, “espíritu” o “viento”. Se usa paralelamente a nefesh. El significado básico de nefesh es “ser viviente”; esto es, todo lo que respire. Su amplitud semántica se desarrolla a partir de aquí, para referirse a prácticamente todos los aspectos emocionales y espirituales de un ser humano vivo. Ruáj toma parte de la amplitud semántica de nefesh. Así, en Ezequiel 37:5–10, vemos que algunas traducciones ponen “aliento”. En el 37:14, Yahwé explica que Él pondrá su Espíritu en Israel.
La palabra griega pnéyma tiene una amplitud semántica casi idéntica a la de ruáj. El símbolo del viento lleva consigo la naturaleza invisible del Espíritu Santo, tal como vemos en Juan 3:8. Podemos ver y sentir los efectos del viento, pero el viento en sí es invisible. Hechos 2:2 usa con gran fuerza la imagen del viento para describir la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés.
El agua.
Como el aliento, el agua es también necesaria para sostener la vida. Jesús prometió ríos de agua viva. “Esto dijo el Espíritu” (Juan 7:39). Vitales en la jerarquía de las necesidades físicas de los humanos, el aliento y el agua son igualmente vitales en el ámbito del Espíritu. Sin el aliento que da vida, y las aguas del río del Espíritu Santo, nuestra vida espiritual quedaría ahogada muy pronto y se agotaría por completo. La persona que se deleita en la ley (heb. Torá, “instrucción”) de Yahwé y medita en ella de día y de noche es “como árbol plantado junto a corrientes de aguas … su hoja no se cae” (Salmo 1:3). El Espíritu de verdad fluye desde la Palabra como agua viva que sostiene, refresca y da poder al creyente.
El fuego.
El aspecto purificador del fuego queda claramente reflejado en Hechos 2. Mientras que es un carbón tomado del altar el que purifica los labios de Isaías (6:6–7), en el día de Pentecostés, las “lenguas de fuego” simbolizan la llegada del Espíritu (Hechos 2:3). Se usa este símbolo una sola vez para describir el bautismo en el Espíritu Santo. El aspecto más amplio del fuego como agente limpiador se encuentra en la declaración o profecía de Juan el Bautista: “Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará” (Mateo 3:11– 12; véase también Lucas 3:16–17). Esto tiene su aplicación más directa a la separación del pueblo de Dios con respecto a aquéllos que han rechazado a Dios y su Mesías y que sufrirán el fuego del juicio.1 Sin embargo, el fuego ardiente y purificador del Espíritu de Santidad está obrando también en el creyente (1 Tesalonicenses 5:19).
El aceite.
En su sermón a Cornelio, Pedro afirma: “Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret” (Hechos 10:38). Citando Isaías 61:1–2, Jesús proclama: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres” (Lucas 4:18).
El aceite era usado desde el principio para ungir primero a los sacerdotes de Yahwé y después a los reyes y los profetas. Es el símbolo de la consagración del creyente por parte de Dios, al servicio del reino de Dios.
En su primera Carta, Juan advierte a los creyente acerca de los anticristos:
Cuando recibimos la unción del Espíritu de verdad, que hace brotar ríos de agua viva desde nuestro ser interior, recibimos poder para servir a Dios. En el Espíritu Santo, el agua y el aceite sí se mezclan.
La paloma.
El Espíritu Santo descendió sobre Jesús en la forma de una paloma en los cuatro relatos del Evangelio. La paloma es un arquetipo de delicadeza y paz. El Espíritu Santo habita en nosotros. No nos posee. Nos ata a sí en el amor, en contraste con las cadenas de los hábitos pecaminosos. Es delicado. Nos da la paz en medio de las tormentas de la vida. Aun en sus relaciones con los pecadores, es delicado, como vemos por ejemplo en la forma en que llama a la vida a la humanidad por medio de ese clamor hermoso, pero adolorido, que hallamos en Ezequiel 18:30–32: “Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la inequidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.”
Los títulos y símbolos del Espíritu Santo nos proporcionan las claves para comprender su obra a favor nuestro. Los usaremos como puntos básicos para el estudio de la obra del Espíritu Santo.
2. La Obra del Espíritu Santo
Existen varias concepciones incorrectas de la obra del Espíritu Santo. Algunas se han arraigado en la religión popular, y de manera más amplia en las doctrinas populares de la Iglesia. La religión popular es la forma en que practicamos nuestra vida diaria en Cristo. Es una mezcla de elementos normativos y no normativos. Los elementos normativos son doctrinas bíblicas correctas sobre lo que se debe creer, y lo que no. Los elementos no normativos son comprensiones equivocadas de las doctrinas bíblicas, y elementos no bíblicos que se han introducido desde la cultura general en la que vive el cristiano.
Nadie comprende por completo al Dios infinito, o a su infinito universo, ni conoce y comprende perfectamente todas las palabras de la Biblia. Todos seguimos siendo discípulos (literalmente, “aprendices”).
Dios sigue obrando en su Iglesia y con cada uno de nosotros, transformándonos en la imagen de Cristo. La doctrina de la santificación progresiva se refiere directamente a este tema. Los cristianos necesitan evitar el desaliento, al mismo tiempo que aceptan alegremente la meta de conocer y experimentar más plenamente a Dios cada día.
2.1 Antes del Día de Pentecostés
Saquemos por completo de nuestra mente la impresión que el Espíritu Santo no vino a este mundo hasta el día de Pentecostés.
Tengamos en cuenta la profecía de Joel 2:28–292 y la cita de ella que hace Pedro en Hechos 2:17–18.
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos, y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
Notemos que la promesa no se refiere a un cambio en la actividad, o en la calidad de actividad del Espíritu de Dios. Lo que se profetiza es un cambio en la cantidad, o amplitud de la actividad. Vemos claramente la naturaleza radical de la promesa en la inclusión de los esclavos y las esclavas. Una cosa es que Yahwé derrame su Espíritu en los hijos, los jóvenes y los ancianos entre los ciudadanos libres de Israel. En cambio, derramar su Espíritu en los que son propiedad de la casa, es algo muy distinto. En Joel vemos una de las primeras afirmaciones abiertas sobre este principio. (Véase Gálatas 3:28: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer.”)
Desde los primeros capítulos del Génesis hasta el Nuevo Testamento, se ve claro el anhelo de Dios de lograr una relación personal con cada ser humano en particular, y no sólo con la comunidad del pacto.
La palabra hebrea que traducimos “conocer” es yadá. Este vocablo toma con frecuencia el significado de conocer por experiencia. Dar a conocer a Yahwé por experiencia personal era la labor del Espíritu Santo en la vida de los santos del Antiguo Testamento, como lo es en la vida de los santos del Nuevo.
Desde el Edén hasta hoy, Dios ha anhelado tener comunión con la humanidad. La idea que el Espíritu Santo estaba inactivo en los laicos del Antiguo Testamento es infundada. La actividad del Espíritu Santo en sus vidas es paralela a su identificación con la vida de los que Él mismo ha traído a la salvación en la Iglesia. El Espíritu les cambia el corazón a las personas y las hace diferentes. Existe otro paralelo entre la venida del Espíritu sobre una persona, cuya consecuencia es la entrega de poder para un oficio o ministerio, y la llenura del Espíritu Santo en la Iglesia. Roger Stronstad ha señalado que una de las razones por la que los creyentes son “llenos del Espíritu Santo” es equiparlos para que cumplan el ministerio profético de proclamar la voluntad y los planes de Dios para la Iglesia y para el mundo.
2.2 En el Movimiento Pentecostal
La continuidad de la obra del Espíritu Santo a lo largo de la historia del pueblo de Dios fue el tema central de la sección anterior. Aunque su actividad ha aumentado en cantidad a medida que ha crecido la Iglesia, es el mismo Espíritu Santo el que obra en el mundo de hoy, y el que estaba obrando en el mundo anterior al día de Pentecostés. Sin embargo, debido a la revelación progresiva, y a la comprensión progresiva, nuestro grado de comprensión acerca de la obra del Espíritu debería ser más alto. Tenemos todo el canon de la Biblia y más de dos mil años de historia para obtener ese conocimiento. Por esta razón, la Iglesia de hoy tiene una clara ventaja sobre la de la época en que se escribió el Nuevo Testamento.
El Espíritu Santo está más interesado en lo que hay dentro del corazón de una persona, que en el sistema teológico de dicha persona. De no ser así, ¿cómo podríamos explicar el bautismo en el Espíritu Santo del que disfrutan tanto los pentecostales unitarios como los trinitarios, sin mencionar a los que se hallan en la renovación carismática? Dios nos toma tal como somos, nos salva, habita en nosotros y nos bautiza. Entonces, su Espíritu Santo nos comienza a transformar en la imagen de Cristo.
La actividad del Espíritu Santo en los creyentes, ya sea en cuanto a la salvación, o en cuanto al bautismo, es sobre todo una señal para el individuo, más que para la congregación. Muchas personas son salvas en su oración privada en un momento en que están solas. Igual que los que son bautizados en el Espíritu en un lugar de oración privada. Aun cuando hayamos sido salvos y bautizados en una reunión pública, ¿cuántas de las personas que asistieron a esa reunión recordarán lo que nos sucedió al cabo de unas cuantas semanas, o meses, o años? Si nos trasladamos a un lugar donde nadie nos conoce, los creyentes de ese lugar no han sido testigos de lo que nos ha sucedido. Deben confiar en el testimonio que demos con nuestra palabra y nuestra vida sobre la actividad del Espíritu Santo en nosotros.
2.3 Como Consolador
Tal como vimos en el estudio sobre los títulos del Espíritu Santo, éstos nos dan claves para comprender su Persona y obra. La obra del Espíritu Santo como Consolador comprende su papel como el Espíritu de verdad que habita en nosotros (Juan 14:16; 15:26), como Maestro de todas las cosas, como Aquél que nos recuerda todo cuanto Cristo ha dicho (14:26), como el que dará testimonio a favor de Cristo (15:26), y como el que convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio (16:8). Nunca valoraremos lo suficiente la importancia de estas funciones. El Espíritu Santo en nosotros comienza a aclarar las creencias erróneas, incompletas y desordenadas sobre Dios y su obra, sus propósitos, su Palabra, y sobre el mundo, que traemos con nosotros a nuestra relación con Dios. Tal como afirmara Pablo, es una obra para toda la vida, que nunca se verá terminada de este lado del velo (1 Corintios 13:12). Vemos claramente que el Espíritu Santo es más que alguien dedicado a consolarnos en nuestras aflicciones; Él es también quien nos guía hacia la victoria sobre el pecado y la angustia. El Espíritu Santo habita en nosotros para terminar la transformación que comenzó cuando fuimos salvos. Jesús vino a salvarnos de nuestros pecados; no en ellos. Él vino a salvarnos de algo más que del infierno en la otra vida; vino a salvarnos del inferno en esta vida; el que causamos debido a nuestros pecados. Jesús obra para realizar esto por medio de la actuación del Espíritu Santo.
2.4 Como Maestro
El Espíritu Santo puede y quiere ayudar a todo creyente para que interprete y comprenda correctamente la Palabra de Dios y su obra continua en este mundo. Él es quien nos guiará a toda verdad. Sin embargo, esta promesa exige trabajo de nuestra parte también. Debemos leer la Biblia cuidadosamente y en espíritu de oración. Dios nunca pretendió que fuera un libro difícil de entender para los suyos. Sin embargo, a menos que estemos dispuestos a cooperar con el Espíritu Santo, a base de aprender y aplicar reglas sólidas de interpretación, nuestra comprensión de la Biblia, que es nuestra regla infalible de fe y conducta, estará repleta de errores. El Espíritu Santo nos conducirá a toda verdad a medida que leamos y estudiemos cuidadosamente la Biblia bajo su dirección.
Hay otro aspecto más de la obra del Espíritu Santo como maestro. Esa obra consistió en preparar a Jesús, el Hijo de Dios encarnado, para su labor como Rey, Sacerdote y Cordero para el sacrificio. El Espíritu Santo descendió sobre María y la cubrió con su sombra, engendrando a Jesús, el Hijo de Dios. Fue Él también quien le hizo de maestro a Jesús siendo éste niño, de tal manera que a los doce años fue capaz de dejar asombrados a los maestros en el templo. “Se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:40). Después de su bautismo en el Jordán, Jesús, a quien se describe como lleno del Espíritu Santo, batalló con el adversario durante cuarenta días (Lucas 4:1–13). Siguió su vida lleno del Espíritu Santo. Como consecuencia, cuando el diablo buscaba un “momento oportuno” para volverlo a tentar, los resultados eran los mismos. Jesús “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15; véase también 2:10–18). Si estamos llenos del Espíritu Santo cuando luchamos con nuestra carne y con el Adversario, nosotros también podremos obtener la victoria sobre la tentación por medio del Espíritu mismo. Cristo vino a salvarnos de nuestros pecados; no en ellos.
El Espíritu Santo es también el maestro de los no creyentes. En esta función, el Espíritu (dicho con palabras de Jesús) convence al mundo “de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:8–11). Esto se relaciona directamente con la labor que realiza el Espíritu Santo para atraer a todas las personas a la salvación. En Juan 14:6, Jesús afirma: “Nadie viene al Padre, sino por mí.” Juan 6:44 establece: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere.” Es el Espíritu Santo el que atrae a todo ser humano a Dios, aunque muchos rechacen esa atracción. Él no se cansa nunca de su llamado incesante: “¿Por qué moriréis …? Convertíos, pues, y viviréis.
2.5 Para dar Testimonio de Cristo
La actividad del Espíritu Santo como el que da testimonio de Cristo comienza en el Antiguo Testamento y continúa hasta nuestros días. Fue el Espíritu Santo quien inspiró a los profetas del Antiguo Testamento mientras escribían las profecías sobre el Mesías que habría de venir. Esto no significa que el autor humano original, o sus destinatarios, tanto inmediatos como posteriores, reconociesen o comprendiesen siempre de manera total el significado de lo que estaban escribiendo o leyendo. Isaías 11:1–2 es un buen ejemplo de profecía mesiánica fácilmente reconocible:
Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.
Lucas nos informa que el Espíritu Santo dio testimonio que se acercaba la venida de Cristo, por medio de Juan el Bautista, de sus padres, de María, y de Simeón y Ana en Jerusalén (véase Lucas 1–3). En Juan 16:13–15, Jesús afirma que la obra del Espíritu Santo no es hablar por sí mismo, sino sólo aquello que el Padre y el Hijo le indican que diga.
2.6 Como Promesa
Todo lo que hace el Espíritu es vital para el reino de Dios. Sin embargo, hay una motivación central, una función básica del Espíritu Santo, sin la cual todo cuanto se ha dicho de Él hasta este momento sería en vano: el Espíritu Santo es el depósito que garantiza nuestra herencia futura en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria. Efesios 1:13–14
Ahora podemos comenzar a apreciar lo importante que es la obra del Espíritu Santo como señal para el creyente de su inclusión en el Cuerpo de Cristo, más aún que para la Iglesia. El Espíritu Santo no sólo verifica la resurrección, sino que también, por extensión, verifica la veracidad de las Escrituras. Sin las arras (“primer pago”) del Espíritu Santo, que nos enseñe, nos guíe a toda verdad y nos dé testimonio de Cristo, no habría Iglesia alguna hoy, porque no habría evangelio que predicar.
Aquí les dejo las diapositivas correspondientes a la Clase No. 1
Horton, Stanley M. Teología Sistemática. Editorial Vida. Miami. Edición Ampliada. 1996
Al escanear el siguiente código, tendrán acceso al libro Teología Sistemática: Una Perspectiva Pentecostal, de Stanley Horton.
El libro que utilizaremos durante todo el curso es el de Teología Sistemática: Una Perspectiva Pentecostal, de Stanley Horton y las Sagradas Escrituras (Biblia).
ACTIVIDAD
1. Foro. Responda las siguientes preguntas: ¿Cree usted que los Cristianos conocemos sobre la Doctrina del Espíritu Santo? ¿Considera usted que se le da la importancia al estudio de la doctrina del Espíritu Santo? Sí/No y por qué?
EVALUACIÓN DE LA ACTIVIDAD
Para esta actividad, se tomará en cuenta los siguientes puntos:
Coherencia
Precisión
Claridad
Autenticidad
Participe en este foro argumentando con dos o tres párrafos concisos por pregunta (las intervenciones no deberán tener una extensión mayor de 200 palabras). Deberán participar una segunda y tercera ocasión como mínimo, debatiendo los argumentos de sus compañeros o reforzándolos. Cada una de estas interacciones deben ser de, como mínimo, un párrafo (100 palabras). Para estimular la discusión de estas participaciones: Una de las interacciones debe ser una pregunta o expresión sobre su acuerdo o desacuerdo con lo planteado en la intervención. Explique claramente cuál es su duda, y los aspectos en los que está de acuerdo o desacuerdo acerca del aporte de su compañero de foro.
La segunda interacción debe ser una argumentación que complemente, amplíe, profundice o matice el aporte de algún participante. Puede ofrecer ejemplos, casos, conceptos o ideas relacionadas con lo planteado por su compañero de foro. Aclaración: Sus participaciones deben ser producto de su propia conciencia y conocimiento, y no un copia y pega de internet.
La participación en el foro debe hacerse el día 19 de noviembre de 2020.
CLASE 2
BAUTISMO, FRUTOS Y DONES DEL ESPÍRITU SANTO
Bautismo en el Espíritu Santo
La frase “bautismo en el Espíritu Santo” no aparece en la Biblia. Sin embargo, es bíblica en el sentido que se origina en una fraseología similar usada por los escritores bíblicos. Los tres escritores sinópticos recogen la comparación que hace Juan el Bautista entre su propia actividad de bautizar en agua y la actividad futura de Jesús (Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16). Hablando acerca de Jesús, Juan dice: “Él os bautizará en Espíritu Santo.” Lucas recoge de nuevo esta terminología en Hechos 1:5, donde escribe que Jesús les dice a sus seguidores: “Seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.” Usa esta terminología por tercera vez en Hechos 11:16, donde relata la forma en que Pedro entiende la experiencia de Cornelio. Al explicarles la recepción del Espíritu Santo por parte de Cornelio a los creyentes de Jerusalén, Pedro les recuerda las palabras del Señor: “Seréis bautizados con [en] el Espíritu Santo.” Es evidente que Pedro entendía que esta terminología era una descripción de la experiencia de Cornelio cuando habló en lenguas. En realidad, la única diferencia entre la frase “bautismo en el Espíritu Santo” y las frases que se hallan en las citas bíblicas mencionadas, es que la primera usa el sustantivo “bautismo”, en lugar de las formas verbales. Otro punto a tener en cuenta es que la frase “bautismo en el Espíritu Santo” no es más que una entre varias frases bíblicas similares, que al entender de los pentecostales, describen un suceso o una experiencia única con el Espíritu Santo. Entre las otras terminologías, derivadas también del lenguaje del Nuevo Testamento, especialmente en el libro de Hechos, tenemos “ser lleno del Espíritu Santo”, “recibir el Espíritu Santo”, “derramamiento del Espíritu Santo”, “el Espíritu Santo cayendo sobre”, “el Espíritu Santo viniendo a” y diversas variaciones de estas frases.
La Iglesia contemporánea está contemplando con ojos distintos la doctrina del bautismo en el Espíritu Santo. La persistencia y el crecimiento del movimiento pentecostal tienen gran parte de la responsabilidad por el nuevo interés en esta doctrina. Además, cualquiera que sea el punto de vista que alguien sostenga sobre este movimiento, todos están de acuerdo en que hace mucho tiempo que es necesario centrar la atención en la persona y la obra del Espíritu Santo. Carl Henry observa: “Descuidar la doctrina de la obra del Espíritu … es crear una iglesia confundida e incapacitada.”
A continuación los invito a ver este video que nos ayudará a entender el Bautismo del Espíritu Santo
Fruto del Espíritu Santo
Antes de entrar a este tema me gustaría que vieran este video introductorio para luego profundizar en la clase.
Algunos escritores sugieren que el “fruto del Espíritu” (Gálatas 5:22), es el conjunto de cualidades de la personalidad cristiana, es la evidencia prolongada de que se está bautizado en el Espíritu Santo. Por ejemplo, en un capítulo titulado “Los efectos de la venida del Espíritu”, J. R. Williams identifica la “plenitud de gozo”, el “gran amor”, el “compartir” y la “alabanza continua de Dios” entre estos efectos. Un famoso escritor pentecostal más antiguo, Donald Gee, hace la observación que el concepto que el fruto del Espíritu es evidencia del bautismo en el Espíritu Santo es una enseñanza “corriente y popular”. Sin embargo, advierte contra este concepto, diciendo: “El fruto del Espíritu … es prueba de que caminamos en el Espíritu … no la prueba de que hayamos sido bautizados en el Espíritu.” Con todo, Gee habla de algunas cualidades de la personalidad cristiana, como “marcas” o evidencias de “estar lleno del Espíritu”. Éstas son el “testimonio desbordante”, el “quebrantamiento y humildad”, “un espíritu dócil” y la “consagración”. Ervin habla con profundidad acerca de este concepto: “Las Escrituras no coordinan el fruto del Espíritu con los carismas como evidencia de la plenitud del Espíritu”. Sin embargo, hace esta observación: “Esto no niega que las consecuencias prácticas de la influencia del Espíritu Santo en la vida del cristiano se reflejen en impulsos y aspiraciones santos que lo lleven al crecimiento espiritual.” Por tanto, los pentecostales sostienen en general que el conjunto de cualidades de la personalidad cristiana, o fruto del Espíritu, no constituye una evidencia prolongada del bautismo en el Espíritu, pero que estas cualidades pueden y deben quedar resaltadas en aquéllos que tengan esta experiencia. Otra sugerencia entre los escritores pentecostales es la de que hay diversas manifestaciones carismáticas que son evidencias prolongadas del bautismo en el Espíritu Santo.
Dones del Espíritu Santo
Considero importante que veamos este video que aparece a continuación, ya que nos introducirá en el tema de los Dones del Espíritu Santo, ¿qué son? ¿cómo se adquieren? ¿para qué son?
Existen tres propósitos clave para el derramamiento del día de Pentecostés.
En primer lugar, los creyentes recibieron poder para hacer la obra de Dios, igual que en los días del Antiguo Testamento. La unción del Espíritu en el Antiguo Testamento era para todos los ministros que Dios quisiera levantar: sacerdotes, artesanos del tabernáculo, caudillos militares, reyes, profetas o músicos. El propósito de la unción era darles lo necesario para que pudiesen servir. En este contexto es en el que Lucas y Hechos hablan de la unción del Espíritu. En Lucas 1 y 2, la unción descansó sobre dos sacerdotes ancianos: Zacarías y Simeón. Dos mujeres, Elisabet y María, recibieron la unción para concebir milagrosamente y criar a sus hijos. Juan el Bautista fue lleno del Espíritu desde el vientre de su madre; no para ser sacerdote como su padre, sino para ser profeta y precursor del Mesías. De igual forma, el centro focal de Hechos es la unción que llenó de poder a la Iglesia y cambió al mundo.
En segundo lugar, todos son sacerdotes en esta nueva comunidad. Desde que Israel comenzó a ser nación, Dios quiso que todo el pueblo se convirtiera en un reino de sacerdotes y una nación santa (Éxodo 19:5–6). En el papel sacerdotal quedaban incluidas la adoración, la oración, la enseñanza, la edificación, la reconciliación, el consejo, el amor, la construcción de relaciones y el acercamiento de las personas angustiadas a Dios. Así los creyentes, “como piedras vivas … [son] edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5).
En tercer lugar, esta comunidad es profética. Moisés le dijo a Josué: “Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos” (Números 11:29). Joel habló de que el Espíritu se derramaría sobre toda carne para que profetizaran (Joel 2:28–29). Jesús identificó como profético su propio ministerio (Isaías 61:1–3; Lucas 4:18– 19). Pedro hizo equivaler la experiencia del día de Pentecostés con el cumplimiento de la profecía de Joel (Hechos 2:16–18). Pablo dijo: “Podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados” (1 Corintios 14:31). Se ve claramente que la Iglesia tiene un papel profético, en el que trae la presencia de Dios y su poderosa Palabra a los pecadores, a las cuestiones de ética, a las naciones y a las personas.
Aquí les dejo las diapositivas correspondientes a esta clase.
Horton, Stanley M. Teología Sistemática. Editorial Vida. Miami. Edición Ampliada. 1996
Al escanear el siguiente código, tendrán acceso al libro Teología Sistemática: Una Perspectiva Pentecostal, de Stanley Horton.
El libro que utilizaremos durante todo el curso es el de Teología Sistemática: Una Perspectiva Pentecostal, de Stanley Horton y las Sagradas Escrituras (Biblia).
ACTIVIDAD
Responda las siguientes preguntas:
1. ¿Cuáles son las creencias y
prácticas principales relacionadas con el bautismo en el Espíritu Santo que han
marcado al movimiento pentecostal?
2. ¿Cuáles son los argumentos
básicos a favor de considerar el bautismo en el Espíritu Santo como una
experiencia separada de la conversión?
3. ¿Cuáles son las evidencias que
demuestran que Lucas y Hechos no son sólo libros históricos, sino también
teológicos, y fueron pensados con la intención de enseñar?
4. ¿Cuáles son los argumentos
bíblicos para tomar las lenguas como la evidencia física inicial del bautismo
en el Espíritu Santo?
5. ¿Cuál es la relación entre el
bautismo en el Espíritu, el fruto del Espíritu y los dones del Espíritu?
6. ¿Cómo les debemos responder a
quienes afirman que el bautismo en el Espíritu Santo, con su evidencia de
lenguas, no está a nuestra disposición hoy?
7. ¿Cuál es la razón de ser del
bautismo en el Espíritu Santo, y por qué es ésta importante, tanto teológica
como prácticamente?
8. ¿Cuáles son las mejores maneras de animar a
los creyentes para que acepten el bautismo en el Espíritu Santo?
9. ¿Qué prejuicios o experiencias
del pasado impiden que las iglesias se muevan con mayor libertad en los dones
espirituales?
10. Con toda enseñanza nueva ha
venido una reacción ante dicha enseñanza. ¿Cómo puede el líder impedir que la
gente sea tan crédula, que acepte enseñanzas de este tipo? ¿Cómo se puede tomar
lo mejor de estas enseñanzas, en lugar de limitarse a reaccionar negativamente
ante ellas?
11. ¿Tiene su iglesia local claridad en cuanto
a su visión, su llamado, su dirección única y su misión? ¿Cuáles son? Sea tan
concreto como pueda. ¿Se centran las energías de los miembros de la asamblea en
esa dirección? ¿Puede usted ver cómo los dones moverían a su iglesia en esa
dirección?
12. ¿Puede funcionar bien alguna
parte del programa de su iglesia sin el Espíritu Santo? Examínese interiormente
con cuidado al respecto. Si los dones son optativos, pronto se convertirán en
innecesarios.
13. Los dones y el fruto del
Espíritu deben fluir juntos. Diga lo que sucede cuando falta el fruto. Comente
lo emocionante que se hace todo cuando cada una de las cualidades del fruto se
va manifestando junto con los dones.
14. ¿Puede pensar en momentos en
los que Dios se haya movido a través de usted, y quizá usted no se diese cuenta
de que se trataba de un don del Espíritu? Describa esta experiencia.
15. ¿Es la santidad un requisito
previo para el ejercicio de los dones? ¿Por qué sí, o por qué no?
16. Hable sobre si la persona posee el don, o
si se le da cuando surge la necesidad.
EVALUACIÓN DE LA ACTIVIDAD
Para esta actividad, se tomará en cuenta los siguientes puntos:
Coherencia
Precisión
Claridad
Autenticidad
Este cuestionario debe ser entregado a más tardar el 3 de diciembre de 2020, y deberá subirse al classroom.
Debe Contener una página de presentación y en el contenido debe aparecer tanto las preguntas como las respuestas.
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